Seguidores

sábado, 15 de agosto de 2009

La batalla de Iwo Jima


La Batalla de Iwo Jima, 1945

de Marco Antonio Martin Garcia


La batalla de Iwo Jima fue una de las confrontaciones más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial, en la que los soldados japoneses se cubrieron de gloria al defender a vida o muerte su “Isla de Azufre” frente a las muy superiores fuerzas norteamericanas.
El alto precio en vidas que costó tomar la isla fue convertido en una victoria propagandística por la administración norteamericana, gracias a la mítica foto que Joe Rosenthal tomó de los marines alzando la bandera de EEUU sobre la cima del monte Suribachi. Esa foto, ganadora del premio Pulitzer, infundió en la población norteamericana un enorme sentimiento de victoria y contribuyó a aumentar el esfuerzo bélico estadounidense y a la victoria final sobre Japón.

La batalla de Iwo Jima fue un derroche de vidas de valientes jóvenes norteamericanos y japoneses, pero también fue un ejemplo de la mentalidad de la época, una mentalidad basada en valores como el honor, el valor y la defensa de la patria, algo que deberíamos recuperar los jóvenes de hoy en día.
La batalla de Iwo Jima se enmarca dentro de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), dentro de las operaciones que el ejército de EEUU realizaba en el Frente del Pacífico contra las fuerzas japonesas. A mediados de 1944, las fuerzas japonesas estaban siendo derrotadas en todos los frentes, lejos quedaban los grandes días de Pearl Harbor y la conquista japonesa del Sudeste Asiático. Las tropas de EEUU habían liberado las islas Marshall, desembarcando en Nueva Guinea y en las islas Filipinas y derrotado decisivamente a la poderosa flota japonesa en la batalla del Golfo de Leyte, en Filipinas, el 26 de Octubre de 1944.


Por otro lado, la conquista norteamericana de las islas de Saipán, Tinian y Guam, situadas en el archipiélago de las Marianas a tan solo 2.500 km de Tokio, entre el 9 y el 10 de Agosto de 1944, permitió a EEUU contar con 5 aeródromos desde los que la “20° Fuerza Aérea” podía bombardear intensivamente Japón con sus enormes bombarderos B-29, apodados “fortalezas volantes”. El tremendo daño que los bombardeos intensivos causaban en Japón se incrementó tras la llegada al mando del general Curtiss le May, el cual cambió los imprecisos bombardeos masivos realizados de día y a gran altura, por los más eficaces bombardeos metódicos nocturnos a baja altitud.


El único obstáculo que encontraban los estadounidenses para bombardear a placer Japón era la isla japonesa de Iwo Jima. La isla estaba situada en la trayectoria de vuelo de los bombarderos norteamericanos y contaba con dos aeródromos (con un tercero en construcción) y una potente estación de radar que permitía alertar con bastante antelación a Tokio de los ataques aéreos. Esta alerta temprana generaba que los bombarderos se encontraran con una nube de cazas enemigos esperándoles y las baterías antiaéreas lanzando una intensa lluvia de proyectiles hacia ellos, lo cual generaba grandes pérdidas a los aviones norteamericanos.


Para los norteamericanos la solución a sus problemas era obvia, debían conquistar Iwo Jima para evitar costosas pérdidas a sus escuadrillas de bombarderos y, además, para usar los aeródromos de la isla, muy cercanos a Japón. Estos aeródromos les permitirían mandar cazas de escolta Mustang P-51 en las misiones de bombardeo, reduciendo así las pérdidas que sufrían los B-29 a manos de los cazas japoneses. El Alto Mando del Pacífico decidió el 9 de octubre de 1944 conquistar Iwo Jima a cualquier precio.


Si para EEUU era importante conquistar Iwo Jima, para los japoneses era cuestión de vida o muerte defenderla. Japón necesitaba Iwo Jima para poder defenderse de los terribles bombardeos aliados que cada día desgastaban más y más la capacidad de lucha de Japón. Con el tiempo los bombardeos aliados destruirían por completo 40 kilómetros cuadrados de Tokio, causando cientos de miles de muertos en un solo día. El uso de bombas incendiarias de “napalm” en un país que construía todo con materiales livianos, como la madera y el papel, generarían a la larga la destrucción de un total 268.358 casas y la muerte de 700.000 personas en 66 ciudades bombardeadas.


Estratégicamente Japón era consciente de que había perdido la guerra tras sufrir en los últimos tiempos constantes y sangrientas derrotas, las cuales habían generado miles de muertes y la destrucción de su marina de guerra, su flota mercante y de las fábricas de sus ciudades. Por tanto, Japón, a finales de 1944, solo aspiraba a conseguir una paz honorable y pactada, que no reportara demasiados perjuicios al Imperio Japonés. Los japoneses sabían que los norteamericanos pretendían obtener la rendición incondicional, pero presumían que si les causaban muchas bajas con una longeva resistencia fanática, se avendrían a pactar una paz con condiciones para evitar los grandes costos económicos, políticos y sociales que costaba a EEUU cada día el conflicto bélico.

De ahí que los japoneses trataran desde finales de 1944 de causar el máximo de bajas a los norteamericanos sin importar el precio. En Iwo Jima los japoneses conseguirían, gracias a su tenacidad, causar más bajas de las sufridas, toda una hazaña viendo la diferencia de fuerzas y medios que se enfrentaban.
Para conquistar Iwo Jima, el almirante Nimitz, comandante en jefe de las fuerzas del Pacífico, designó al experto almirante Raymond Spruance para planificar la operación y al polémico teniente general del cuerpo de marines Holland Smith, apodado “howlling mad” o loco aullador, para llevarla a cabo. El plan norteamericano era sencillo, tras un bombardeo masivo de la isla, los marines desembarcarían y ocuparían las playas, tras eso tomarían el monte Suribachi, un volcán extinto de 170 metros de altura que era la altura dominante de la isla y sucesivamente avanzarían hacia el interior de la isla para tomar los aeródromos y los últimos puestos de resistencia enemigos. El peso del combate lo llevaría el V Cuerpo Anfibio del general Harry Schmidt, que contaba con la 3°, 4° y 5° divisiones de marines, en total 70.000 hombres, la mayoría de ellos veteranos en asaltos anfibios a islas. Como fuerzas de apoyo los marines contaban con una flota de 500 navíos, incluyendo 12 portaaviones y 8 acorazados (entre ellos los veteranos “Arkansas” y “Nevada”).


La defensa de Iwo Jima fue encomendada por el primer ministro japonés, Hideki Tojo, al teniente general Tadamichi Kuribayashi, un experto oficial de 54 años, proveniente de una antigua familia samurai, que pasaría a la historia como modelo de valor y tenacidad. Kuribayashi había sido diplomático durante varios años en EEUU y Canadá, apreciaba la determinación ganadora norteamericana y sabía que la defensa de la isla ante las enormes fuerzas militares de EEUU era una tarea casi imposible. Sabiendo que muy probablemente moriría junto a sus soldados defendiendo la isla, escribió una carta de despedida a su mujer y, usando todo su genio militar, se dedicó a organizar una férrea defensa que pudiera causar el máximo número de bajas a los asaltantes y hacerles desistir de invadir en el futuro tierras japonesas.

Tras evacuar a mil civiles que vivían en Iwo Jima, Kuribayashi empezó a construir cientos de búnkeres subterráneos por toda la isla, enlazándolos con una extensa red de túneles destinada a abastecerlos de tropas y municiones. Los búnkeres, armados según sus dimensiones con piezas de artillería, morteros o ametralladoras, fueron camuflados a la perfección para que ninguno fuera visible. Además de eso, cada búnker estaba diseñado para cubrir con su fuego los búnkeres cercanos en caso de que fueran tomados por el enemigo. Esta extensa red de defensa permitía a los japoneses cubrir toda la isla con su mortífero fuego y gracias a los túneles podían ir de un puesto defensivo a otro rápidamente. Kuribayashi también adoctrinó a sus hombres para que evitaran hacer “cargas banzai”: cargas suicidas al arma blanca que acostumbraban a hacer los soldados japoneses y que les granjeaba cientos de inútiles bajas. Kuribayashi prefería gastar balas a gastar vidas.


Kuribayashi contaba para defender la isla con la 109° División de Infantería, que posteriormente fue reforzada con el veterano 145° Regimiento de Infantería del coronel Masuo Ikeda. También contaba con el 26° Regimiento de Tanques del noble teniente coronel Takeichi Nishi, con una brigada de artillería y con diversos grupos de ingenieros y artillería antiaérea y con la 27° flotilla aérea, pertenecientes a las unidades navales de Toshinosuke Ichimaru.
El 16 de febrero de 1945 comenzó el ataque a Iwo Jima con el bombardeo de “ablandamiento”. El plan norteamericano no comenzó según lo previsto, Holland Smith había pedido a la flota que bombardeara intensamente la isla durante 10 días, pero solo le concedieron 3 días. Aún así el bombardeo fue terrorífico, los acorazados norteamericanos lanzaron decenas de obuses de 500 kilos contra la isla, a los que se sumaron los intensivos bombardeos aéreos.


El 19 de febrero de 1945, tras un último y terrible bombardeo y después de que los buzos de la marina limpiaran la playa de minas y obstáculos marinos, los marines desembarcaron en cuatro playas de la costa este de Iwo Jima, denominadas “playa azul”, “playa amarilla”, “playa roja” y “playa verde”. Los marines estaban asombrados de no haber recibido ningún ataque enemigo durante el desembarco y pensaban que el furioso bombardeo habría matado a todos los enemigos. Pero todo era parte del plan de Kuribayashi, que no disparó a las lanchas de desembarco para no delatar la posición de sus búnkeres y esperó hasta que un gran número de marines desembarcó para desatar su mortífero fuego cruzado desde los cientos de posiciones ocultas por toda la isla.


Amontonados y atascados con sus vehículos en las estrechas playas de densa ceniza volcánica, los marines recibían un constante fuego de morteros y ametralladoras que les causaba terribles bajas y que no podían hacer frente. Viendo que no podían retroceder y que quedarse en la playa era un suicidio, el 28° Regimiento de Marines del coronel Harry Liversedge inició el avance hacia el monte Suribachi con el teniente coronel Chandler Johnson cargando a la cabeza del 2° batallón contra las posiciones japonesas que les cortaban el camino.


El monte Suribachi estaba defendido por 2000 hombres al mando del coronel Kanehiko Atsuchi, sabedores de que su suerte estaba echada decidieron establecer una fanática resistencia en el monte, disparando sin cesar sus piezas de artillería y morteros contra los atacantes. En vez de asaltar el monte directamente los marines realizaron un movimiento para cercarlo y, a las 10:35 horas, seis marines del 1° batallón del 28° Regimiento de marines consiguieron vencer la fanática y heroica resistencia del 312 batallón de infantería del capitán Osada y llegar a la costa oeste, partiendo la isla en dos y aislando el monte Suribachi del resto de posiciones japonesas.


Mientras el 28° Regimiento de marines avanzaba hacia el monte Suribachi, el 27° Regimiento del coronel Thomas Whornham apenas podía salir de la playa, sometido a un mortífero fuego de artillería. El 23° Regimiento del coronel Walter Wensinger, en cambio, estaba avanzando hacia el interior a sangre y fuego, limpiando los numerosos búnkeres y nidos de ametralladoras defendidos heroicamente por el 10° batallón anti-tanque del mayor Matsushita y el 309° batallón de infantería del capitán Awatsu.

En este combate el sargento Darren Cole ganó póstumamente la “Medalla de Honor” por acabar con cinco posiciones enemigas, armado tan solo con su pistola y un fajo de granadas, antes de morir por la explosión de una granada enemiga.
El 25° Regimiento del coronel John Lanigan avanzaba a su vez desde la playa hacia las cimas de una cantera en el flanco derecho, presionado duramente por los japoneses.A las 14:00 horas, el 3° batallón del 25° Regimiento, al mando de Joe Chambers (apodado “jumpin´ Joe ” o “saltarín Joe”), consiguió derrotar al heroico batallón anti-tanque al mando del Capitán Masao Hayauchi y escalar las cimas de la cantera, protegiendo por fin el flanco derecho de la operación. De sus 900 hombres que llegaron a la isla a las 9:00 horas solo quedaban 150.


Tras estas operaciones el 28° Regimiento dedicó el resto de la tarde a consolidar sus posiciones en torno al monte Suribachi eliminado con el apoyo de algunos tanques Sherman y de escuadras de asalto armadas con bazookas y lanzallamas varios búnkeres y nidos de ametralladoras. Los otros regimientos consolidaron a su vez el frente y tomaron el aeródromo número 1, aniquilando a los fieros defensores japoneses, los cuales luchaban valientemente hasta la muerte. Al acabar el día el teniente general Holland Smith exclamó: “No sé quién es el general japonés, pero se está mostrando como un bastardo inteligente ”.


Al día siguiente el 28° Regimiento se encontró con la difícil tarea de conquistar el cercado monte Suribachi, mientras los otros regimientos se dedicaban a asegurar el aeródromo n° 1 y a conquistar el aeródromo n° 2. Antes de que el 28° Regimiento se lanzara al asalto los destructores de la flota abrieron fuego contra el monte Suribachi, sumándose a los ataques con napalm que los cazabombarderos aliados lanzaban contra los búnkeres del monte.

Pese a contar con ese mortífero fuego de apoyo, los marines no avanzaron mas que unos pocos metros durante ese día. La defensa japonesa era sumamente fiera, pese a estar aislados y carecer de provisiones. Por la noche incluso varios defensores cargaron estilo banzai, con sus sables en mano contra las tropas norteamericanas. Esta carga suicida, que contravenía las ordenes de Kuribayashi, solo sirvió para granjear cientos de inútiles bajas a los defensores japoneses y a la larga para que la defensa del monte Suribachi fuera más breve.
El día 21 tras mas bombardeos intensivos de al flota y aviación se reanudaron los asaltos hacia el Suribachi, mientras en los otros frentes los marines consolidaban sus posiciones y peleaban contra los tenaces japoneses en la zona de los aeródromos con el apoyo del recién desembarcado 21° Regimiento. El día 22, tras los continuos bombardeos y asaltos norteamericanos, solo le quedaban al coronel Atsuchi cerca de 800 defensores en el monte Suribachi. Mientras, el 145° Regimiento del coronel Ikeda oponía desde sus reductos del aeródromo número 2 una heroica y tenaz resistencia a los regimientos de la 4° y 5° divisiones de marines.


Finalmente el 23 de febrero de 1945 el Monte Suribachi cayó ante los asaltos del 28° regimiento. El teniente coronel Chandler Johnson tras verificar que la resistencia se había reducido, mandó ocupar la cima del monte al teniente Hal Schrier y los cuarenta hombres del 3° pelotón, quienes tras vencer a los últimos remanentes aislados de la defensa japonesa alzaron a las 10:20 horas la bandera norteamericana sobre la cima del monte Suribachi, siendo inmortalizado el momento por un fotógrafo del ejercito. A las 12:00 horas, Joe Rosenthal, tomó otra foto de los marines alzando una bandera de EEUU más grande que la original sobre la cima del monte Suribachi. Esa foto, pese a no ser la original, fue ganadora del premio Pulitzer y dio la vuelta al mundo, infundiendo en la población norteamericana un enorme sentimiento de “victoria final”. Unos 300 defensores del Suribachi consiguieron infiltrarse entre las líneas enemigas la noche anterior a la captura del monte y llegar a las posiciones japonesas del norte. El general Kuribayashi reprendió duramente a los defensores del monte Suribachi por permitir su toma en tan pocos días.


Tras la toma del monte Suribachi, a los marines aún les quedaba la ardua tarea de tomar las posiciones enemigas en el norte de la isla, las cuales estaban en alturas estratégicas, desde las cuales sometían a intenso fuego a los marines situados en las planicies de los aeródromos. El 25 de febrero comenzó la ofensiva final contra las posiciones del norte de la isla, primero tres batallones de marines de la 3° división con el apoyo de 26 tanques Sherman se lanzaron a la captura de la “Hill Peter” o colina Peter, una posición fortificada que domina los accesos al aeródromo número 2, pero la defensa fue tan fuerte que los marines fueron rechazados tras avanzar tan solo 200 metros y perder en el avance 9 tanques y 400 hombres. Mientras la 3° división presionaba en el centro de la isla hacia “Hill Peter”, la 5° guardaba el flanco izquierdo y la 4° división se lanzaba en el flanco derecho al asalto de las formidables posiciones defensivas de “Meatgrinder” (picadora de carne), que estaban tenazmente defendidas por la segunda brigada mixta del mayor general Senda y por el 26° Regimiento de tanques de Takeichi Nishi. La carnicería que se desató en el asalto a los fortines y nidos de ametralladoras de “Meatgrinder” se saldó con 500 marines muertos tras avanzar tan solo 90 metros.

Día tras día se desarrollaría la escena de continuos bombardeos y asaltos contra estas fuertes posiciones defensivas japonesas. El uso intensivo de tanques lanzallamas, bazookas y cargas de demolición para suprimir los fortines enemigos permitió avanzar metro a metro a los marines. Cada metro de avance costaba muchas vidas, pero los valerosos marines no se detenían y poco a poco tomaban las colinas que frenaban su avance hacia el norte de la isla.

El plan norteamericano era lento pero efectivo: mientras la 3° división hacía presión en el centro de las posiciones enemigas, la 4° y la 5° envolvían por los flancos a los japoneses de “Meatgrinder”, amenazándoles con cercarles. Desesperados por el avance norteamericano, y no resignándose a ser cercados, 1500 defensores del “Meatgrinder”, al mando del mayor general Senda y del capitán de navío Inouye (un samurai de la nobleza), decidieron atacar la noche del 8 de marzo a las posiciones norteamericanas, pretendiendo cortarlas en dos e izar la bandera japonesa de nuevo en el Suribachi. La terrible carga banzai al arma blanca que desataron los japoneses fue descubierta a tiempo por los marines y rechazada finalmente gracias al apoyo de la artillería. Por la mañana se descubrió que la desobediencia de estos oficiales a la orden de Kuribayashi había costado la perdida de 800 defensores por tan solo 150 marines caídos.

Este desastre defensivo significó un tremendo debilitamiento de la defensa y que los marines se aproximaran día a día a las ultimas defensas en el cuartel general de Kuribayashi.
Estas últimas defensas finalmente tomadas el 25 de Marzo de 1945, un mes después de iniciada la ofensiva, y su conquista significó uno de los mayores baños de sangre de toda la batalla. Kuribayashi, viendo que el ultimo reducto estaba perdido, y negándose a la deshonra de una rendición, encabezó sable en mano una última y feroz carga banzai que realizaron los últimos defensores contra los marines. Herido de gravedad en el combate, Kuribayashi fue llevado por varios sobrevivientes a una cueva donde procedió a realizarse el “Hara-Kiri”, suicidio ritual que realizaban los samuráis derrotados en combate para lavar su honor.
La conquista de los aeródromos de la isla de Iwo Jima o “Isla de Azufre” significó un auténtico calvario para los marines de EEUU, los cuales demostraron al mundo ser una auténtica fuerza de elite, que se sacrificó por la defensa de la democracia y la libertad mundial. La conquista de la isla se saldó para los EEUU con 24.480 bajas.

El Imperio Japonés perdió a casi todos los defensores de la isla, la derrota se saldó con 20.000 muertos y tan solo 1000 prisioneros (casi todos trabajadores coreanos del ejercito japonés). Rápidamente la isla de Iwo Jima se convirtió en una base aérea mas, con las que EEUU bombardeaba terroríficamente Japón. Las muertes de los marines salvaron muchas vidas de los esforzados pilotos de los B-29 que cada día surcaban los cielos de Japón llevando fuego y muerte a sus enemigos.
La estrategia de defensa japonesa de causar el máximo número de bajas posibles a EEUU para forzar una paz con condiciones fue repetida en la batalla de Okinawa, donde los norteamericanos sufrieron miles de bajas.

Pero para la desgracia de los japoneses, EEUU no estaba dispuesto a una paz con condiciones, y determinado a la victoria total decidió el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Las sangrientas batallas de Iwo Jima y Okinawa lejos de llevar a la paz que querían los japoneses desembocaron en el horror del holocausto nuclear sobre los civiles de ambas ciudades japonesas.
Para la posteridad la batalla de Iwo Jima quedó como ejemplo de valor y defensa de la patria de ambos bandos. Iwo Jima fue un crisol de héroes, entre los que destaca el heroico samurai Kuribayashi.

No hay comentarios:

Archivo del blog