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domingo, 19 de julio de 2009

A brillar, Michelle - Segunda Parte - por Santiago O´Donnell

Con propuestas innovadoras, como legalizar el consumo de marihuana o la compra privada de una pequeña participación en la empresa estatal que explota el cobre para transparentar su gestión, Enríquez Ominami trajo aire fresco a la campaña y la expectativa de un profundo replanteo en la dirigencia de la Concertación, que seguramente se dará después de las elecciones.
Hijo natural de un legendario guerrillero, hijo adoptivo de un muy respetado senador socialista, esposo de una conocidísima conductora de televisión, dueño de una productora fashion de cine y video, el candidato independiente tiene el currículum necesario para atraer el voto antisistema.

Son los jóvenes que se cansaron de las roscas, las corruptelas y las caras de siempre que van carcomiendo de a poco la base de apoyo de la Concertación.
Pero que no están dispuestos a cambiarse de bando justo ahora que el discurso de la derecha hace agua. Menos que menos, votar por un candidato que ha perdido gran parte del lustre con el que irrumpió en la política chilena hace apenas cinco años para desafiar a Bachelet.

Es que Piñera tiene el problema de no poder desprenderse de los dinosaurios de la UDI, la pata más derechista de su alianza política, porque esos dinosaurios constituyen su base más activa, numerosa y leal.
Pero esos mismos protopinochetistas actúan de piantavotos en los sectores moderados que Piñera necesita seducir.

La imagen de Piñera tampoco ayuda. Se trata de un empresario exitoso, sí, amigo de Macri, una especie de Berlusconi chileno, pero tiene perfil de financista y fama de especulador.
Sus múltiples negocios lo muestran no como un constructor de empresas a quien la burguesía puede admirar, sino como un oportunista con buena nariz para la ganancia fácil, a quien no le importa demasiado lo que deja atrás.

Encima, no encuentra el mensaje.
Hasta ahora se ha limitado a criticar la anterior presidencia de Frei (1994-2000), haciendo eje en asuntos de bajo vuelo, como el indulto que el entonces presidente le concedió a un narco que ya había cumplido la mitad de su pena y estaba en condiciones de salir en libertad condicional y desde entonces se ha comportado como un ciudadano ejemplar.
O la compra fraudulenta de una flota de aviones Mirage, aunque no ha surgido evidencia alguna que implique directamente al ex presidente. Piñera también tiró, en el peor momento, la propuesta de privatizar un tercio del cobre chileno. Encima tuvo que aclararle a una periodista que no es cierto que él no tenga corazón y que quiere mucho a su mujer y sus hijos.

Mientras tanto, Frei recorre las regiones con Bachelet pidiendo “más Estado”, y en los debates explica que ahora podrá hacer mucho más con la agenda social que lo que pudo hacer en su primer gobierno, a cuatro años de la salida de Pinochet, porque los gobiernos socialistas de Ricardo Lagos y Bachelet le abrieron el camino.
“En los próximos meses me imagino que el gobierno va a poner toda la carne al asador, va a dar un empujón enorme para transferirle la popularidad de Bachelet a Frei,” predice Austin.

No va a ser fácil.

Frei viene con un défict de origen por el proce
so tan poco participativo que culminó con su candidatura. Carga con los errores y las deudas pendientes de su gobierno y sufre el desgaste de 16 años de Concertación. Con sólo verlo, siempre de traje y engominado, queda claro que no despierta pasiones. Pero una estrella ilumina el camino.
Chile brilla de esperanza.

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