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jueves, 23 de julio de 2009

Fragmento( entrevista) La Historia de las Historietas Argentinas

Jorge Claudio Morhain: El hombre que escribió todo

Los lectores de Martín Toro y el Cabo Savino saben de quien se trata.


La mayoría de los seguidores de las revistas Skorpio y Fierro, también.

Y, seguramente, algunos docentes y conocedores de literatura infantil.

Pero hay muchos más que no lo conocen, aunque sí lo leyeron. Por ejemplo, quienes disfrutaron de las historias de personajes tan disímiles como La Hormiguita Viajera y Killing, Lock Olmo y Ultratumba o versiones locales de Superman, Kung Fu, Meteoro, El Chavo, el Pato Donald y Bonanza. Pero también la inconclusa 2 de Abril, sobre la guerra de Malvinas, que sólo se publicó en El Litoral.

(El Litoral.com)


Últimamente se lo vio en la Feria del Libro de Buenos Aires, firmando obras infantiles.

Trabaja en una biblioteca y aunque su presente tiene menos que ver con la historieta de lo que a él le gustaría, su trayectoria en el medio es apabullante.

Sin el prestigio de Héctor Germán Oesterheld, la consagración popular de Robin Wood o la proyección internacional de otros de sus colegas es, no obstante, uno de los más prolíficos, dedicados y versátiles guionistas argentinos.

Más de 5 mil guiones escritos —incluyendo un millar que no llegaron a ser publicados— dan testimonio de una tarea a destajo, casi siempre en las sombras y abarcativa también de otros rubros (como traducciones y crucigramas).

Tiene mucho para contar y le gusta hacerlo —también escribiéndolo—, de modo que esta nota es, forzosamente, un extracto de una entrevista mucho más extensa.

Presentamos a Jorge Claudio Morhain, uno al que leímos todos.


—¿Cómo hacía para ambientar sus historias gauchescas?

—Como siempre; es decir, como cuando me dijeron hacé historias de guerra, o de la India, etc. —cowboys había leído mucho y también ciencia ficción—.

Cuando me dijeron en Columba que Casalla necesitaba guionistas y que yo podía hacer una buena gauchesca, no sabía nada del tema. Así que chapé los libros.

Todos los que pude. Mi colección de Todo es Historia.

Y después montones, hasta armar una biblioteca que debe tener unos 500, calculo. El coronel Walter, Mansilla, Ebelot, etc.

También como siempre, escribí historias absolutamente documentadas. Incluso lo digo en mi curso de historieta: el escritor y el dibujante deben saber cómo es la silla, la cama, el cuadro, la alfombra, la lámpara. Y después hablar sólo del señor que toma mate en la mesa que está en esa sala.


—¿Tuvo que hacer alguna adecuación de los guiones o del perfil de los personajes por motivos ideológicos?

—Sí, absolutamente. Una vez un lector me alabó el Savino y yo le contesté que lo principal del cabo eran las grandes anteojeras que tenía que llevar todo el tiempo para no ver la injusticia, el despojo, el asesinato, la corrupción, el abuso, la inmoralidad, el avasallamiento (siguen firmas)...

El cabo, como el sargento Toro, contaba historias lavadas, pero no falseadas, de la vida en la frontera. Simplemente, no mostrábamos el lado malo. Pero ojo, tampoco hablábamos de que fuera el paraíso. Cuando Martín Toro fue a fundar un fortín y no había nombre, le pusieron Fortín Hambre y así figuró en muchas historietas.

Los Columba tenían muy clara una cosa: Roca fue un genocida.

Eso desde siempre. Pero no se podía decir, el paradigma era otro.

Roca era uno de nuestros grandes "héroes", por lo menos hasta 1982.

En 1979 se "festejó" el centenario de la "campaña" del desierto, y sonaron algunas voces... mejor dicho, susurraron, porque siempre se podía desaparecer...

Pero, como digo, los Columba la tenían clara, por eso sus gauchos trabajaban siempre antes de esa "conquista".

En los tiempos del avance "bueno", del ministro Alsina y su zanja que era una contención, no una masacre. En la época de un estudioso como Ebelot trabajando en los fortines. Cuando había compañerismo y acercamiento al indio. O sea, le facilitaban a uno autocensurarse, je.
(...)

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