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jueves, 23 de julio de 2009

RODOLFO PUIGGROS

Rodolfo Puiggrós, biografía

por Delia Carnelli y Marcela Le Bozec

“En verdad, mi acción política, mi inspiración ideológica son propias y el resultado de muchos años de luchas, de sacrificios y sobre todo, de meditación autocrítica

. Tal vez si a algún exégeta o biógrafo se le ocurre en el futuro examinar mis treinta y seis libros, las cinco publicaciones que fundé y dirigí, y mi evolución política, descubrirá que no me quedé estancado y que permanentemente traté de ver más claro en los destinos del hombre y en el porvenir de la Argentina.

De modo que, detrás de lo que hago y escribo en México no hay más que una persona: yo mismo. Claro está que el `yo mismo' significa leer y actuar para recoger y devolver.

Ni la soledad ni la autosuficiencia absolutas existen, felizmente.” (1)

Una caracterización somera de Rodolfo Puiggrós, no podría dejar de definirlo como un eminente y original pensador nacional, educador, periodista, militante popular y polemista brillante, hacedor de una prolífica obra que se reactualiza en el espíritu libertario latinoamericano y en cada lucha social.

Transcurría el año 1906 cuando el presidente argentino Manuel Quintana fallecía durante su mandato. Su vicepresidente, José Figueroa Alcorta, pasó a desempeñar la primera magistratura e iba a ser el encargado de presidir los festejos del primer centenario de la Revolución de Mayo escenario de ostentación de la sociedad porteña engalanado por la figura de la Infanta Isabel, y cuyos ecos resonarían en Europa para corroborar la frase “más rico que un argentino”.

En ese contexto de la pujante Buenos Aires, resultado de políticas centralistas y de la intensa actividad agroexportadora, nació Rodolfo Puiggrós, el 19 de noviembre de 1906 en el número 1320 de la calle Independencia, límite de los actuales barrios de Constitución y Monserrat.

Su padre, José Puiggrós, natural de Rubió, era integrante de una familia perteneciente a la antigua nobleza catalana, que dejó huellas de su paso por Cataluña en un pueblo epónimo. Su casa natal, según referencias de personas bien informadas tenía alrededor de 900 años. José, después de haber servido a la Corona en la guerra de Filipinas, se estableció en Buenos Aires a principios del Siglo XX.

Allí, se casó con la descendiente de una familia de la burguesía catalana, Margarita Gaviria. En Argentina, se dedicó al comercio y la consignación de hacienda.

El “primer hijo, primer sobrino y primer nieto” (2) pronto debería compartir atenciones con cuatro hermanos, también varones.

El reacomodamiento de los vínculos familiares producido por la llegada de los hermanos, los recurrentes cambios de domicilio y, según él, cierto autoritarismo paternal, junto a crecientes diferencias de concepción sobre la vida misma, llevó a definir a su situación hogareña como dentro de una “atmósfera familiar represiva” (3) y a su familia, como llevando“una gris y mediocre existencia” (4).

Luego de terminar sus estudios primarios en el antiguo “Colegio Charlemagne”, fue internado como pupilo junto a sus tres hermanos menores en el colegio “Carmen Arriola de Marín” de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en San Isidro, Provincia de Buenos Aires. Serían, a su juicio, el conjunto de esas vivencias las que determinaron su “carácter retraído y hosco”(5).

De la colonia a la revolución



Al cumplir veinte años viajó con su padre por España, Portugal, Bélgica, Holanda, Escandinavia y llegaron hasta la URSS, en plena consolidación de la revolución bolchevique, acontecimiento que marcó a fuego su personalidad y desde ese momento la cuestión del protagonismo obrero comenzó a ser un tema que despertó su curiosidad y ocupó su interés durante toda su vida.

Vivió dos años en París y dos en Londres, período durante el cual comenzaría a nutrirse de las discusiones políticas e ideológicas europeas de la época, tanto como de las obras referidas a las ciencias sociales, economía y filosofía, y en especial las concernientes al marxismo.

El haber vivido esos años en el corazón de Europa le dió la posibilidad de extender su competencia lectora en otros idiomas: durante toda su vida leería ávidamente las obras de su interés en inglés, francés, italiano, o portugués.

Los anhelos familiares con respecto a su porvenir lo encauzaban paulatinamente hacia el estudio de las ciencias económicas “mientras menospreciaban los valores humanos y de la cultura, los atraían los de la ciencia y la tecnología”, opinaba de su familia (6), razón por la cual abrazó la carrera de Economía en la Universidad de Buenos Aires, que rápidamente abandonó, inclinándose por su faceta de periodista y escritor.

Es así, que con sólo veintidós años fundó la publicación periódica porteña “La Brújula”, de la cual fue director desde 1928 hasta 1932. Durante los años 1932 y 1933, trabajó como editorialista del diario “Rosario Gráfico”, oportunidad en que se relacionó con el gran pintor Antonio Berni, quien en su libro Escritos y papeles privados relató algunas graciosas peripecias compartidas con su amigo.

Durante 1935 y 1936, fue el director del diario “El Norte” de Jujuy. Estos fueron los primeros pasos en su profesión como periodista, quehacer que matizó con la docencia para poder subsistir, la investigación histórica y la militancia política dentro del Partido Comunista.

Hacia el final de la década de 1930, decenio de grandes convulsiones políticas nacionales e internacionales, comienza la divulgación de su obra, que a lo largo de su vida comprendería alrededor de treinta y cinco libros sobre filosofía, economía, política e historia, además de innumerables artículos, editoriales y folletos.

En 1940 editó sus primeros libros: 130 años de la Revolución de Mayo; De la colonia a la revolución y La herencia que Rosas le dejó al país.

Con ellas inició la etapa de historiador de los procesos nacionales y sus actores, desde una perspectiva de análisis rigurosa y original al aplicar el método científico de la historia, considerando las causas económicas como las primeras en los fenómenos sociales pero sin soslayar la influencia que en ellos tiene la ideología, la filosofía, la religión, la política.

“No soy un “hechólogo”, decía soy pensador”

En 1938 fundó la revista Argumentos y la dirigió hasta 1941.

Por aquella época hizo pública su simpatía por el incipiente movimiento popular que, nucleado en torno a la figura del entonces Coronel Perón, prometía encarnar las aspiraciones de la clase obrera, circunstancia que le valiera en 1945 la expulsión del Partido Comunista.


Desde el año 1946 a 1955 se desempeñó como Director del periódico “Clase Obrera”.Por aquel entonces, una de las publicaciones más importantes de la Argentina, el diario “Crítica” lo contaba también entre sus colaboradores.

Desde 1938 hasta 1955 compartió esa tribuna con personalidades como Roberto Arlt, Nicolás Olivari, Enrique y Raúl González Tuñón, Jorge Luis Borges, Carlos de la Púa, Conrado Nalé Roxlo, Eduardo Guibourg, César Tiempo y Homero Manzi, entre otros. Desde sus páginas hostigó al fascismo italiano mientras expresaba su apoyo a los republicanos españoles y hasta se animó a denunciar los fusilamientos de 1955.

En la década del 50, viajó a Bolivia y a Perú donde desarrolló su tarea de periodista, y como académico ejerció la docencia en la Universidad de San Marcos (Perú) y en la Universidad de San Javier (Bolivia), siendo ya un estudioso de los movimientos populares de Latinoamérica.

En sus anotaciones manuscritas inéditas aparecen frases que señalan: “Bolivia: clave del cono sur”, posición que refrendaba desde sus testimonios orales cuando invitaba a observar con atención los procesos sociales bolivianos como paradigmáticos, por las condiciones de explotación infrahumanas a las que eran sometidos los trabajadores de las minas del altiplano.

Con la aparición en 1956, de su libro Historia crítica de los partidos políticos en la Argentina, se inicia desde su obra el abordaje de problemáticas más actuales.

Empero, la Argentina de los gobiernos dictatoriales era un ámbito incompatible con su accionar: llegó entonces el primer exilio a México, país donde el fenómeno de la conquista española y la resistencia de la cultura aborigen, parecían mostrarse con mayor nitidez.

Desde su nueva residencia, se volcó a la investigación de esta problemática, atendiendo especialmente a su relación con los modos de producción.

Desde este punto de vista es, sin duda, el período más rico de su historiografía: en 1961 publicó La España que conquistó al nuevo mundo y Génesis y desarrollo del feudalismo, en 1965; en Los orígenes de la Filosofía (1962) describió y fundamentó la naturaleza materialista y no idealista de sus comienzos, como se sostenía teóricamente hasta el momento. En ese mismo año fundó, junto a otras personalidades, el diario “El Día”, que sería luego, uno de los periódicos más importantes de México y donde se desempeñaría como editorialista hasta 1978.

Su reconocida trayectoria y nivel teórico pudieron expresarse también desde la cátedra: fue Consultor Adjunto en La Sorbonne (Francia); en la UNAM, profesor titular de “Historia Económica” en la Facultad de Economía, y de “Antropología Filosófica de América Latina” e “Historia Económica” en la Facultad de Ciencias Políticas.

Cargos obtenidos por reconocimiento a su labor intelectual que enriquecía permanentemente con lecturas actualizadas. Tan es así, que sus allegados decían refiriéndose a él: “Donde va Rodolfo, crea una biblioteca”.Desde México, país al que lo unían entrañables lazos, fue invitado a visitar China.

En Argentina no había logrado ejercer, prácticamente, ningún cargo remunerado, sin embargo fue convocado frecuentemente a debates, exposiciones y ponencias por parte de la comunidad académica de las casas de altos estudios del país: por ejemplo en la Universidad Nacional de la Plata, de Córdoba, de Tucumán, de Cuyo.

También fueron notorias sus aptitudes como polemista: los debates teóricos con André Gunder Frank con respecto a los modos de producción imperantes en América Latina, publicados en “El Gallo Ilustrado” revista dominical del diario “El Día”, despertaron el interés académico en distintas latitudes. Desde un estilo inflexible, explicaba su posición con respecto a que “América debe a España su incorporación al proceso general de desarrollo de la humanidad a través de un feudalismo agonizante en la época del nacimiento del capitalismo” (7).

En tanto, su oponente sostenía la concepción de las sociedades duales (capitalistas-feudales), insertando al capitalismo desde el momento mismo de la conquista. Posteriormente, la transcripción de estos debates fueron incluídos en el Tomo II de América Latina en transición (1970) con el título “Los modos de producción en Iberoamérica”.

En 1965 se publicaron: Integración de América Latina. Factores Ideológicos y Políticos; y Pueblo y Oligarquía. Desde este último incorporó como perspectivas de análisis los adjetivos nacional, popular y revolucionario, términos que servirían de herramienta para el reconocimiento de nuestra historia por parte de las generaciones protagonistas de los grandes movimientos populares y sociales que como “el Mayo francés”, “Tlatelolco” o “el Cordobazo”, que daban cuenta del nuevo panorama político planetario.

“La Universidad, la prensa, entrelazadas con el sindicato obrero: he aquí tres instituciones modernas, hijas de la eterna lucha del hombre por la libertad. Las tres instituciones más odiadas por las tiranías, las que cuando no consiguen someterlas, las arrasan. Son las que están dando héroes y mártires al futuro de nuestra América” (8).

En este contexto, es preciso mencionar que contaba entre sus amigos a Juan Perón, Omar Torrijos, Gabriel García Márquez, Arturo Jauretche, José Hernández Arregui, entre otros destacados intelectuales y políticos.La religión fue desde siempre materia de su interés: en 1966 publicó Juan XXIII y la tradición de la Iglesia, donde ubicaba a la religión como un fenómeno social explicando su correspondencia con un determinado orden socioeconómico.

En ese año regresó a Buenos Aires durante las vacaciones. Para su sorpresa no se le renovó la visa para retornar a México. Conjeturó algunas hipótesis, que iban desde los motivos políticos a los recelos profesionales, pero nunca logró obtener información fehaciente para corroborarlas. Se estableció en Buenos Aires y en 1967 publicó Las izquierdas y el problema nacional.

De 1968 son Las corrientes filosóficas y el pensamiento político argentino y La Democracia fraudulenta.

Estaba a punto de dejar de ser “peronólogo”, para convertirse en peronista, como él mismo describía. Mantuvo una intensa comunicación epistolar con el General Perón, a quien visitó en varias oportunidades en su residencia de Puerta de Hierro, en el exilio español.

Los unían las concepciones comunes acerca de la Patria Grande Latinoamericana y las luchas por la Liberación. En este contexto es conveniente agregar que ambos crearon en abril de 1971 el Movimiento de Solidaridad Latinoamericana (M.A.S.L.A.), del cual el Presidente era el General Perón y Secretario General Rodolfo Puiggrós, siendo su colaborador más importante al Mayor Bernardo Alberte.

Dicha fundación se realiza con la convicción de que “es la lucha misma la más efectiva y eficaz forma de ejercitar la solidaridad con los revolucionarios que combaten en cualquier rincón de nuestra América o del mundo” (9).

Según declarara el escritor al periodista del diario El Alcázar de Madrid, el 15 de abril de 1971, esta creación surgió “a raíz de hechos como los acontecimientos bolivianos de noviembre del 69” y de haber asistido él “a la toma de posesión del Presidente Allende….en representación del General Perón y del movimiento peronista”.

Ante el protagonismo popular de esa época señalaba: “conceptuar la realidad y no meramente conceptuar conceptos, como lo hizo siempre la agónica izquierda tradicional, es el mayor salto cualitativo que ha dado el movimiento obrero revolucionario” (10).En ese mismo año el ex Presidente le prologó su libro El peronismo. Sus causas, que tuvo amplia repercusión.

En la Argentina, el descontento popular precipitaba el llamado a elecciones aunque con ciertas restricciones. “Cámpora al gobierno Perón al poder”, era la consigna que ilustraba el triunfo del gobierno popular en 1973, el cual ponía en marcha una serie de medidas diametralmente opuestas al régimen anterior.

En medio de la efervescencia de aquellos días, Rodolfo Puiggrós fue nombrado Rector Interventor de la UBA el 31 de mayo y la UBA pasó a denominarse “Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires”. Desde allí sostenía: “se terminó eso de la universidad libre pero a espaldas del pueblo (…)

No habrá revolución tecnológica sin revolución cultural” (11).

En una de sus disposiciones se declaraba la “incompatibilidad entre cargos docentes y desempeño jerárquico en empresas multinacionales…” (12)

En una de sus declaraciones manifestó que “debemos tener en cuenta que aunque las universidades no hacen la Revolución, en cambio de su seno pueden salir los revolucionarios”(13) Y con ese espíritu se pusieron en marcha Las 90 medidas más importantes de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires en los primeros 90 días de gobierno universitario.

En junio de 1973 el Rector- Interventor Puiggrós les ofreció al ensayista Arturo Jauretche y al periodista Rogelio García Lupo “reflotar el perfil original de EUDEBA”, la editorial universitaria de Buenos Aires. Ambos, entre otras acciones, promovieron la edición de la colección “Las Revoluciones”, que desarrollaba las historias de las revoluciones populares como la chilena, la peruana o la peronista.

Otra de las medidas importantes que tomó Puiggrós fue la creación del Instituto del Tercer Mundo, motivo por el cual y por su carácter de Rector de la UNPBA el presidente de Argelia lo invitó a asistir a la “4ta. Cumbre de Países No Alineados”, que se desarrolló en Argel durante ese año.

Pero las medidas encaminadas a una reestructuración de los resortes del poder asumidas por los gobiernos populares, resultaban una amenaza para los intereses de Estados Unidos y las empresas transnacionales, tal como les había sucedido con la experiencia cubana.

“No veo por qué debemos quedarnos mirando cómo un país se vuelve comunista por la irresponsabilidad de su pueblo”, manifestaba el entonces secretario de Estado Henry Kissinger, refiriéndose al caso chileno, mientras la CIA intentaba diversas estrategias de desestabilización que iban desde el boicot económico o la infiltración en los diferentes estamentos sociales para invitar al descontento, hasta la asistencia militar que desembocara en el propio golpe de estado.

En tanto, en la Argentina, el pragmatismo del gobierno iba mutando el rumbo inicial, que luego de la muerte de Perón, pasó a convertirse en el prolegómeno de lo que sería la etapa más sangrienta del país. Las amenazas personales y familiares a Rodolfo Puiggrós, se tornaban cada día más factibles: llegaba el momento de su segundo exilio.

Otra vez camino hacia su muy querido México, país solidario con cientos de argentinos que debieron partir en busca de asilo político. De ahora en más, emprendería una intensa tarea política además de su trabajo profesional como periodista en el periódico “El Día” y académica como docente universitario en la UNAM o como panelista en diferentes Congresos y Foros internacionales.

Fue nombrado Miembro fundador de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe, en 1974. Un año después, se fundó el COSPA (Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino) que integró junto con otros destacados políticos, como Ricardo Obregón Cano. Puiggrós fue miembro Fundador del Comité de Solidaridad Latinoamericana, junto a renombradas personalidades como Gabriel García Márquez, Pablo González Casanova y Carlos Quijano.

Fundamentalmente se realizaban tareas de solidaridad con los movimientos revolucionarios de América Latina y del resto del mundo y de homenaje a grandes figuras del pasado, como Manuel Ugarte, Augusto Sandino, Ernesto Che Guevara.

En el COSPA se desarrollaban actividades culturales, de asesoramiento, pero sobre todo de contención a la comunidad argentina en el exilio. Ejemplo de ello fue “La Casa del Niño”, que ofrecía un espacio de participación a los niños latinoamericanos.

Pero el objetivo era el regreso a una patria democratizada y por ello se apelaba a la comunidad internacional para desenmascarar el accionar de los miembros y colaboradores del “Proceso” y su política entreguista afianzada por la vía del terrorismo de Estado.


“El exilio nos agrandó la Patria”, sostenía. En esta etapa realizó numerosos viajes por el continente: Venezuela, Colombia, Panamá. En el año 1978 ofició como jurado en el Concurso de Casa de las Américas en La Habana. Ese mismo año viajó a Europa: España, Francia, Holanda, Bélgica y Suecia, donde tomó contacto con el exilio latinoamericano. En 1979 llegó hasta Nicaragua y Costa Rica.

Participó como miembro del Consejo Asesor Latinoamericano de Radio Noticias del Continente y un año después fue designado miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos de Centroamérica, dependiente de la Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos en Centroamérica, con sede en San José.

También en 1980, formó parte del Consejo Asesor de la Editorial Patria Grande. En ese mismo año tuvo el propósito de retomar un antiguo proyecto y comenzar a escribir un libro que resumiría la historia del Siglo XX, al que iba a denominar El hijo del inmigrante, y que ya tenía delineado en su cabeza hacía mucho tiempo.Sin embargo, la muerte frustró su propósito.

A los 73 años, el 12 de noviembre de 1980, falleció luego de una semana de ser ingresado en el Hospital “Cira García” de la Habana, dedicado a la atención de los extranjeros radicados o visitantes de Cuba.

Hoy, la vigencia de sus ideas nos obliga a recuperar su pensamiento para replantear el rol de las instituciones educacionales y como Universidad Urbana Comprometida, reinstalar en nuestra sociedad su discurso libertario. “América Latina y la Argentina para salir del atolladero tiene que pensar y actuar en función de América Latina, necesita poseer, para ponerse a la altura de la humanidad que nace, una ideología revolucionaria propia, es decir viva y creadora, que se nutra de la ciencia y la experiencia mundiales para superarlas, pero que sea el fruto de los gérmenes específicamente latinoamericanos.

No seremos libres de verdad y no salvaremos de la pobreza y la ignorancia a millones de latinoamericanos, mientras esa ideología revolucionaria nuestra no se adueñe de las masas trabajadoras y las haga artífices de las grandes transformaciones sociales.

El colonialismo ideológico siempre acompaña al colonialismo económico y la liberación económica no es posible sin la liberación ideológica. La creación de esa ideología que interprete las leyes de nuestro desarrollo histórico y las tendencias progresistas y emancipadoras de las masas laboriosas es, a mi entender, la tarea más apremiante y primordial que tenemos por delante los argentinos y los latinoamericanos.” (14)

Citas Bibliográficas

(1) Rodolfo Puiggrós: Carta a su hermano Oscar, escrita en México, con fecha 26 de febrero de 1975
(2) Anotación manuscrita inédita
(3) Ibíd.
(4) Ibíd.
(5) Ibíd.
(6) Ibíd.
(7) PUIGGRÓS, Rodolfo. La España que conquistó al Nuevo Mundo. México: Costa-Amic, 1976. 5ª.ed.
(8) Anotación manuscrita inédita.
(9) Ibíd.
(10) Ibíd.
(11)Declaraciones a “El Descamisado” Buenos Aires 3/6/73. En: PUIGGRÓS, Rodolfo. La Universidad del Pueblo. Buenos Aires: Crisis, 1974.
(12) PUIGGRÓS, Rodolfo: La Universidad del Pueblo
(13) PUIGGRÓS, Rodolfo: Declaración a “El Día” de México, el 30 de enero de 1976
(14) PUIGGRÓS, Rodolfo. Las izquierdas en el proceso político argentino (Extraído del reportaje realizado por Carlos Strasser).La Educación en nuestras manos, Edición Especial (Año VII): p. 50-54

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