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lunes, 20 de julio de 2009

El infierno tan temido ( Parte Dos)

Textos sobre Faulkner, del que era devoto, entrevistas a Onetti y de Onetti (con Borges, por ejemplo), //

// y Por culpa de Fantomas, un autorretrato en forma de conferencia -la única que dictó en su vida, en noviembre de 1973; duró 20 minutos-, conviven en el volumen preparado por Campanella con el discurso de recepción del premio Cervantes de 1980 y con un cuestionario Proust sin desperdicio:

"¿El principal rasgo de su carácter?

La pereza.

¿Su sueño de dicha?

Whisky y una buena novela policial que todavía no he leído.

¿Dónde desearía vivir?

En cualquier sitio, pero de rentas".

Él cambió Uruguay por España en 1975 después de que la dictadura lo metiera, sucesivamente, en una cárcel y en un manicomio.

Según Hortensia Campanella, también biógrafa de Benedetti, fuera de las obras completas han quedado sólo las cartas y los cientos de "esquelitas" sin intención literaria que regalaba a los amigos.

A ella misma le entregó un decálogo, sí recogido en el libro, en el que Onetti traza una suerte de poética desganada pero rotunda.

El segundo mandamiento dice así: "No intenten deslumbrar al burgués.

Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo".

El primero es éste: "No busquen ser originales.

El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa por serlo".

Buscara o no ser original, Juan Carlos Onetti escribió en 1950 La vida breve, según Vargas Llosa, la "primera novela moderna" en lengua española.

"Me atrevo a decirlo", afirma, "porque en esa época había ya novelas importantes, pero él es el primero en aplicar la revolución formal de la narrativa".

La que habían llevado a cabo Proust, Joyce, Kafka, Thomas Mann y Faulkner. Y no sólo en la estructura, también el lenguaje:

"En nuestra lengua, tanto en España como en América Latina, había entonces una distancia radical entre aquello que se contaba y cómo se contaba.

El lenguaje todavía era artificioso, rebuscado, literario en el peor sentido. Onetti fue uno de los primeros en crear un lenguaje que imita el del hombre de la calle".

Para Juan Carlos Onetti, descendiente de un gibraltareño llamado Pedro O'Nety que italianizó su apellido, sólo había una humillación mayor que morirse: ser elogiado después de muerto.

Una ofensa sólo comparable a ser considerado escritor latinoamericano.

"A él le irritaría que se lo llamaran", sostiene Vargas Llosa, "pero es muy latinoamericano, aunque de una manera muy indirecta y más bien simbólica.

Su visión desesperanzada de la vida y del entorno político y social refleja bien la América Latina de las dictaduras, los problemas económicos, de las desigualdades".

En su famosa entrevista televisiva con Joaquín Soler Serrano, el propio Onetti dijo que, "como las mujeres honradas, los países felices no tienen historia".

Fue en 1977 y la conversación se había abierto así: "En la relación amorosa siempre hay al menos uno que es sordo.

A veces los dos".

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