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domingo, 19 de julio de 2009

Los Países Socialistas después de Stalin, parte 1, de Juan A. Gonzalez Fuentes.

Los países socialistas después de Stalin


Autor: Juan Antonio González Fuentes

"...Al fallecer Stalin en marzo de 1953, la Unión Soviética que dejaba como legado aparecía ante los ojos del mundo como un ejemplo de país atrasado económica y socialmente que había sido capaz en muy pocos años de dejar atrás esa herencia gravosa hasta convertirse en una de las dos superpotencias mundiales.

El prestigio del país como alternativa factible a la concepción capitalista ampliaba los apoyos soviéticos entre los partidos comunistas y la izquierda de la Europa occidental, y sobre todo, entre las fuerzas revolucionarias de algunos países asiáticos y africanos..."

Juan Antonio González Fuentes

Editorial Creación/Creación - España -


Al fallecer Stalin en marzo de 1953, la Unión Soviética que dejaba como legado aparecía ante los ojos del mundo como un ejemplo de país atrasado económica y socialmente que había sido capaz en muy pocos años de dejar atrás esa herencia gravosa hasta convertirse en una de las dos superpotencias mundiales.

El prestigio del país como alternativa factible a la concepción capitalista ampliaba los apoyos soviéticos entre los partidos comunistas y la izquierda de la Europa occidental, y sobre todo, entre las fuerzas revolucionarias de algunos países asiáticos y africanos.

Éstas veían en el proceso soviético una forma de entrar en la contemporaneidad, una vez finalizado el control colonial, al margen de las vías que ofrecían sus antiguas potencias imperialistas.

Con todo, la URSS había alcanzado esos logros con una considerable desviación de la pureza comunista, dada la acumulación de poderes en Stalin, el recurso sistemático a la represión o las purgas que afectaron a muchos de los revolucionarios bolcheviques.

A esto había que añadir los problemas que acarreaba en el terreno económico y social la política centralizadora, especialmente la baja productividad agraria y el éxodo masivo de jóvenes hacia los centros urbanos. Ante este panorama, a la muerte del georgiano, una URSS que se sentía fuerte acometió un cambio de rumbo de la mano de Nikita Kruschev.

Como resultado de las disensiones internas entre los grupos del PCUS que pugnaban por hacerse con el poder, la sucesión de Stalin recayó en principio en un poder colegiado. Kruschev asumió la Secretaría General del PCUS y Malenkov la presidencia del Consejo de Ministros, rodeado de Beria, Bulganin, Kaganovich y Molotov como vicepresidentes.

Sin embargo, desde 1956, una vez desterrado el peligro de purgas dentro del Partido, Kruschev logró imponerse dentro de las distintas corrientes presentes en la organización y se hizo con las riendas del país.

El ucraniano pretendía desmontar el engranaje estalinista para dar un salto adelante sin que este cambio hiciera mella en el Estado soviético.

La desestalinización tuvo su hito fundamental en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en el que Kruschev criticó duramente la política estalinista, denunciando las prácticas represivas y el culto a la personalidad, además de abrir las puertas a la "coexistencia pacífica”.

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