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domingo, 19 de julio de 2009

Moonwalkers,por Leonardo Moledo - Suplemento Radar - Página 12 - 2ª parte.

...Pero ahora se estaba bajando en la Luna; nada más importaba; la historia se tomaba un respiro, una leve cesura de admiración en su arrastrarse horrendo y de gigante.

Los pasos se habían dado con ritmo técnico, con ritmo histórico. No está del todo mal recordarlo: durante años la URSS había llevado la delantera: después del Sputnik, vino el primer astronauta; el 14 de septiembre de 1959, lograron estrellar contra la Luna un aparato de 292 kilos (el Luna 2). Un mes después, la sonda Luna 3 enviaba a la Tierra imágenes de la cara oculta del satélite.

El 3 de febrero de 1966 el Luna 9 se posaba suavemente sobre la superficie de la Luna y enviaba las primeras fotos desde allí.

Pero los norteamericanos ya habían recuperado un terreno que no perderían: en 1961 el entonces presidente Kennedy se comprometió a poner un hombre en la Luna, iniciando uno de los tres proyectos más caros del siglo (junto al Manhattan, que culminó en la bomba atómica y el Proyecto Genoma Humano).

En 1964 lograron hacer impacto (con el Ranger 7), mientras el programa Apolo daba sus primeros pasos.

El 2 de junio de 1966, el Surveyor 1 se posaba también en la Luna, en diciembre de 1968 despegó el Apolo 8; fue la primera nave que salió de la Tierra y se colocó en órbita de la Luna con tres personas adentro y el 20 de julio de 1969, con las previstas palabras de Neil Armstrong, los norteamericanos se alzaron con el premio mayor (el verdadero triunfo sobre la URSS en toda la línea se produciría sólo 20 años después).


Pero, bueno, no importaba, en última instancia, quién había ganado, era una Hazaña, así, con mayúscula, sólo igualada –y eso quizás– por la circunnavegación de la Tierra a cargo de Magallanes y Elcano.

Era definir –y alcanzar– una frontera y esa frontera era el universo, el Imperio Galáctico prefigurado por Asimov, era un acto desmesurado y básicamente –uno de sus grandes valores– inútil, salvo por la celebración, el orgullo del triunfo y el conocimiento.

Y global, mucho antes de que la palabra globalización se hiciera corriente: aunque los astronautas plantaron una bandera norteamericana y en una acción típicamente hollywoodense se sacaron una foto junto a ella –estoy recordando de memoria–; el triunfo norteamericano incluía, en forma sutil, a la humanidad toda, que se reponía de los espantos de la Segunda Guerra Mundial, aunque las guerras coloniales subsistieran.

Y aunque significaba una victoria de los Estados Unidos sobre la URSS en la carrera espacial, paradójicamente, en vez de separar, unía; al fin y al cabo, era efectivamente una carrera y no una guerra.

Era, en cierto modo, el punto más alto de la Ilustración, la última hazaña única, que de una manera u otra representaba a toda la humanidad, en una década que parecía encaminar al mundo en la senda del progreso material (basado en la ilusión del petróleo barato), mientras los países se descolonizaban y la utopía socialista estaba todavía vigente, y había triunfado aun en territorio americano.

Todavía, el ominoso fantasma del neoliberalismo –que sin embargo, subterráneamente ya recorría el mundo– no había comenzado su obra que destruiría –mucho más que fabricaría– esa precaria unidad llamada globalización (porque no une, sino que fragmenta el ilusorio mundo único que pretende en pequeños rencores locales) ni reinaba aún ese destructivo correlato del neoliberalismo que fue la posmodernidad.

Ni existían las PC –los cálculos se habían hecho con gigantescos engendros computacionales, con menor capacidad que una computadora de bolsillo de hoy– y nadie soñaba con el paraíso o el infierno de Internet.

“No puede ser que yo esté viendo esto”, murmuraba mi abuela, y yo:

“Si ya hicimos esto, no existe ningún sitio, ninguna utopía a la que no podamos llegar”.

No fue así.

Apenas cuatro décadas más tarde, se ve que resultó ser un gran paso para el hombre, pero un pequeño paso para la humanidad.

El corto Cincuenta años en la Luna, de Santilli, se estrenará en el ciclo 40 años en la Luna, ¿o no?, mañana lunes 20 de julio a las 19, en el Centro Rojas, Corrientes 2028. Se incluirá como parte del programa la primera película de los ’50: Viaje a la luna (Destination Moon, Irving Pitchel, 1950).

El ciclo continúa los martes 21 y 28 a las 19, el viernes 24 a la medianoche (con los films sobre teorías conspirativas Capricornio Uno, Peter Hyams, 1978, y Algo gracioso pasó camino a la luna, Bart Winfield Sibrel, Alemania, 2001) y el viernes 31 también a la medianoche con una Gala Lunar que incluirá Viaje a la luna (George Meliès, 1902) y material Súper 8mm de consumo familiar con documentales de la década del ’60 sobre la carrera espacial.

Además, en el sitio www.historiadelapublicidad.com pueden verse recortes, avisos, noticias, láminas y fascículos escolares y no escolares de 1969.
Mañana lunes a las 21 hs., el canal Encuentro emitirá el documental Hacia la Luna. Repeticiones: lunes 20 a la 1 de la madrugada (emisión completa), miércoles 22 a las 23 (primera parte) y miércoles 29, también a las 23 (segunda parte).

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