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miércoles, 15 de julio de 2009

Lo que se ve hoy en la Tv. argentina

Damages lo que estamos viendo hoy en la Televisión Argentina
del archivo de Hernán Casciari.


Damages: la última obra maestra de la tele yanqui

Ayer acabó, en EE.UU., el mejor thriller para TV que se haya emitido nunca.
Protagonizado, además, por una Glenn Close imperdible.

HERNÁN CASCIARI - 25 de octubre, 2007

Pensemos en una historia fácil, lineal y conocida por todos.
Por ejemplo Caperucita Roja, de Perrault.

Para muchos, la primera de todas las historias escuchadas. Ahora voy a contarles esta historia infantil a la manera de Damages, para graficar por qué esta serie (que acaba de concluir hoy) es, estructuralmente, una extraña maravilla de la televisión.

La historia de Caperucita a la damages comienza con un horrible leñador abriendo en canal a un pobre lobo moribundo. No sabemos por qué lo hace, pero notamos odio en los ojos del leñador y espanto en los del pobre lobo. Nos sentimos ecológicamente ofendidos.

Funde a negro y leemos: Seis horas antes.

Ahora vemos a una alegre ama de casa haciendo un pastel de grosella. A su lado hay una niña de caperuza roja jugando con la Wii de Nintendo. Suena el teléfono y atiende la madre. Del otro lado oímos la voz de la abuelita, que dice sentirse enferma. La madre pone cara de preocupación.

Funde a negro. Leemos: Cinco horas después.

Entonces vemos a la abuelita de espaldas, con su gorro de abuelita, con sus lentes de abuelita. Y a la niña de la caperuza roja junto a ella, haciéndole ingenuas preguntas respecto al tamaño de algunos de sus órganos.

De repente, la abuelita (siempre de espaldas) abre la boca y se come a la niña, entera.

Fin del episodio uno.

Podría seguir con el capítulo dos, pero imagino que no hace falta, porque ya se ha comprendido la metáfora. La primera temporada de Damages, que ha concluido hace unas horas en Estados Unidos, nos ha mantenido en vilo durante tres meses con una estrategia simple y alucinante: la edición milimétrica de los tiempos cronológicos de la narración.

Adelante y atrás

Si Damages se hubiese emitido como una historia lineal (del punto A al punto Z, sin escalas ni trasbordos) habríamos visto un thriller correcto y entretenido, pero es seguro que su trama no hubiese pasado a la historia. Sin embargo y por suerte, las cartas se barajaron de un modo singular. No fue un trabajo de edición, en realidad, sino de relojería suiza.

Volviendo a la metáfora de Perrault, en Damages nunca sabemos quién es el Lobo, ni quién es la abuelita, ni dónde está exactamente el pastel. Y esto ocurre porque sus guionistas nos tapan los ojos en los momentos correctos, y nos dejan entrever alguna sombra justo cuando la trama lo requiere. Hay una sola cosa inamovible en esta serie, sólo algo está allí siempre: tu culo en el sofá. Lo demás se apoya donde no te lo imaginas.

Acabo de ver el episodio final (el subtítulo aún está humeando) hace unos pocos minutos. Por lo tanto, estoy escribiendo en caliente. Y así, sin reflexionar demasiado, me queda toda la impresión de que los muy jóvenes hermanos Kessler (Todd y Glenn, guionistas esporádicos de The Sopranos) le han descubierto nuevas propiedades curativas al flashforward, esa planta raquítica que siempre crece al costado de la ficción audiovisual.

Hasta la llegada de Damages, la anacronía dramática hacia adelante era un recurso muy poco utilizado (quizás en Lost un poco más que eso). Pero desde Damages, el flashforward ha dejado de ser una técnica y se ha convertido en un personaje. No me sorprendería que el Emmy 2008 al mejor actor protagónico se lo den al tiempo narrativo de esta serie.

Verla de nuevo

Ahora, que todo acabó, quienes hayan visto los trece episodios de esta historia estarán capacitados para componer el puzzle. Y nada mejor para ello que verla otra vez, desde el principio. Yo comenzaré mañana mismo: pienso devorarme las diez horas brutas de emisión en este fin de semana. Porque Damages es una de esas (escasas) tramas que, por obligación, hay que ver otra vez de punta a punta.

No diré mucho más, porque a veces el apasionamiento me hace ir de boca y no quisiera alumbrar secretos inconvenientes a quienes aún no hayan visto la serie, o a quienes aún estén a la mitad, o a punto de ver el final. Ay, qué envidia siento ahora mismo por ese grupo de seres humanos: los que todavía pueden ver Damages por primera vez.

Sólo una cuestión más, antes de irme a investigar qué día comienza la segunda temporada. Puedo sonar ya cansador con este tema, pero además de monolingüe soy agradecido, y es necesario que me saque otra vez el sombrero ante Marga y CarpeDiem (los subtituladores de AsiaTeam para Damages), que cada jueves por la noche —pocas horas después de la emisión original— nos dieron la opción de poder disfrutar esta historia. Un trabajo veloz y eficiente.

Y en este caso, además, le he pedido a Marga que haga, ella misma y en primera persona, el cierre de este artículo, porque estamos de fiesta. (Siempre que nos cuentan una buena historia, deberíamos celebrar.)

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