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sábado, 18 de julio de 2009

Una biografía NO astorizada

¿Y qué pueden decir de su relación con el rock?

GILBERT:
Yo creo que él ve en el rock la posibilidad de un nuevo público, una forma de nueva alianza, justo cuando empieza a considerar que el mercado de Buenos Aires está saturado.
También hay que decir que es el único músico de tango que se sobregraba, es decir que entiende el concepto del estudio, aunque no entiende todas las herramientas que te da el estudio, va un paso adelante pero algo le queda en el resto.

Con Los Beatles, por ejemplo, él tiene una escucha muy sesgada, nunca se da cuenta de que hacen más que cancioncitas.

FISCHERMAN:
En la Argentina la idea de nacionalidad es un eje fundamental, cosa que en otros países del mundo no sucede. Pero muchos nacionalistas eran hispanistas, lo cual es un disparate, porque España es el imperio que nos tocó en suerte.

Por eso, para cierto rock, Piazzolla aparece también como la gran esperanza blanca, como el tipo que tiene puesta la oreja ahí y tiene batería y guitarra eléctrica en los ’50, se viste de negro y usa barba. Troilo a los 40 era un viejo, él a los 60 no.

Cuando él llora con eso de que le va mal es porque se estaba comparando con Elvis Presley o con Los Beatles, no con Troilo, él vivía en Libertador. Piazzolla se creía una estrella pop y quería serlo, y realmente lo consiguió porque es uno de los grandes músicos de cultura popular del siglo XX con Jobim, Miles Davis, McCartney y Lennon, tipos que crearon un antes y un después.

En el rock nacional hay todo un piazzolismo: canciones como “Viernes 3 AM”, de Charly García, o muchas de las que componen el primer disco de Arco Iris recurren a Piazzolla para decir algo así como “hacemos rock pero sabemos música porque tomamos a Piazzolla, un tipo que además se vanagloria de saber de música”.
Esa es la gran cadena de malentendidos y, a su vez, “Viernes 3 AM” es genial y no precisamente porque se parezca a Piazzolla.

¿Qué se propusieron al hacer este libro?

GILBERT:
La gente habla mucho de música pero yo no sé cuánto se la escucha, la escucha no como algo que hacés de fondo mientras te ocupás de otra cosa, sino la escucha profunda, comprometida. La intención de este libro es ayudar a instalar otro nivel de discusión.

FISCHERMAN:
Me dan ganas de poner ahora mismo algo de Piazzolla: me sentiría muy bien si esto sirviera para eso, porque la cuestión con él es que su edición discográfica está llena de grandes éxitos, mezcolanzas y mucho título de “Adiós Nonino” que, como Tolstoi, compendian algo que no se puede antologar.

Piazzolla se merece un tipo de escucha atenta al contexto: cuando escuchás Kind of blue, de Miles Davis, ya sabés que es del ’59 y sabés lo que pasaba por entonces en el mundo. Lo mismo pasa cuando escuchás Revolver.

A Piazzolla –o, mejor dicho, a los diferentes Piazzollas– se lo conoce muy vagamente y no se lo ha escuchado bien: gran parte de los que lo admiran y gran parte de los que no, en ningún caso conocen su música: es más su lugar simbólico lo que despierta aversiones y fanatismos.

La última pregunta: ¿pudieron verlo en vivo?

GILBERT:
Sí, tremendo, en vivo era una máquina, lo vi mucho durante la última dictadura en el Teatro San Martín. En ese momento dejábamos de escuchar rock y queríamos otra cosa, él significó esa puerta de entrada a lo otro.

FISCHERMAN:
Un amigo mío se acuerda de que fuimos a verlo en el ’75 o ’76 con el grupo electrónico y dice que yo salí furioso, abollé el programa y dije “este hijo de puta a mí no me miente más”. La verdad que no me acuerdo mucho de lo que habré escuchado entonces.

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