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viernes, 17 de julio de 2009

Tendencias,Publicado en La Nacion Revista ( Introducción)

Pasión for export

La gente de Polo Management Group (PMG) está convencida de que una pasión se puede exportar. Eso hacen cuando, junto a La Martina, su asociado estratégico, exportan su afición por el polo al mundo. Para ellos, cada encuentro de polo es un evento integral y complejo, que supera lo que sucede dentro de los límites del campo de juego, y en el que no hay chance de dejar detalles librados al azar.

Desde la fabricación artesanal de cada una de las camisetas que vestirán los competidores hasta la organización de los partidos y el traslado de los jugadores (muchas veces a lugares lejanos y con climas hostiles), todo es encarado por la gente de PMG como una misión de riesgo en la que no hay margen de error.

"Y muchas veces estas tareas suenan a misión imposible -dice Adrián Simonetti, director ejecutivo de PMG -.Como aquella vez que nos propusimos que los caballos de polo volvieran a galopar en la isla de Brioni", recuerda. La anécdota dice que desde 1910 nadie "taqueaba" en ese exclusivo balneario de Croacia, en el mar Adriático.

Luego, con el régimen comunista de Tito se borró del mapa la práctica del deporte, la cancha de polo a orillas del mar y los visitantes que llegaban a la sofisticada y mítica isla para mezclar el descanso con la adrenalina del polo. Para la gente de PMG, la referencia de aquel último partido de 1910 se transformó en toda una obsesión.

Desarrollaron un plan de negocios que incluía fabricar las camisetas (idénticas a las usadas en aquel último encuentro), realizar la convocatoria a los jugadores y encarar la reconstrucción del Club House y el diseño del campo de polo.

Para eso viajó hasta Croacia el ingeniero argentino Alejandro Battro, responsable del campo de Polo de Palermo, en Buenos Aires. "Queríamos -dice Simonetti- recuperar la historia y rescatar aquellos tiempos de gloria de principios de siglo." Una investigación minuciosa les permitió llegar hasta los descendientes de quienes habían jugado el último chucker en Brioni.

Así, aparecieron nombres de miembros de la realeza, del mundo de los negocios y de la política. Entre ellos estaba sir Winston Churchill.

Una vez que los descendientes de los jugadores dieron el "sí" a la invitación, se los trasladó hasta Brioni y se consiguió que los clásicos Maybach, los autos de lujo de la década de 1910, volvieran a transportar a los invitados al campo de juego.

También lograron hacer una copia exacta del tanteador de madera que se había usado aquella última vez y reprodujeron hasta el mínimo detalle de cada prenda de vestir usada a principios del siglo XX. La única diferencia fue la foto, esta vez, en colores. El partido fue un éxito que pronto se transformó en un clásico.

Como si el tiempo no hubiera pasado.

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