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viernes, 17 de julio de 2009

Tendencias,Publicado en La Nacion Revista ( 2 de 4)

No son inventos (como la birome) ni franquicias de nuestras grandes marcas en el exterior.

En tiempos globalizados, muchas ideas argentinas fueron tomadas y asimiladas por otros países.

En esta nota, un puñado de compatriotas que las gestaron cuentan cómo lo hicieron, y reflexionan sobre nuestra particular manera de lograr lo que queremos

Noticias de La Nacio Revista:Domingo 21 de junio de 2009 Publicado en edición impresa enviado a abc Radio Raúl

"Mucha gente brillante coincide en que las ideas mueven montañas. Pero son las topadoras las que mueven montañas; las ideas muestran dónde las topadoras deberían dirigirse para trabajar"

Peter Drucker

Mario Pergolini y Diego Guebel sintieron que estaban vendiendo un típico buzón argentino cuando el comprador español dijo que sí, que finalmente quería el programa Caiga quien Caiga, o CQC, para su pantalla.

Los socios se miraron y;no pudieron callar: "¿Vos sabés lo que estás comprando?", le preguntaron.

"Pensábamos que CQC eran Mario (Pergolini), Andy (Kusnetzoff), (Daniel) Tognetti... Todo lo que nosotros teníamos acá y que era imposible de replicar en otro lado", cuenta Diego Guebel, socio fundador, junto a Pergolini, de la productora Cuatro Cabezas. Volvieron a cruzar miradas cuando el comprador pidió el documento con toda la información sobre cómo hacer el programa.

No lo tenían. Nunca lo habían tenido. Fue en ese momento, a un año de haber debutado con CQC en la pantalla argentina, que tuvieron por primera vez la necesidad de poner su idea en papel, en conceptos y en palabras.

Una idea que, originalmente, había sido un balbuceo de diez palabras: "Un programa con una vuelta de tuerca de las noticias". Al escribirlo, se dieron cuenta de lo que acababan de vender: "Ahí vimos un montón de cosas que estábamos haciendo y que todavía no habíamos definido ni objetivado -dice Guebel-.

Hay cosas que entendimos recién en ese momento, con ingeniería reversa".

En nuestro país sabemos que hay que actuar cierta arrogancia y sacar pecho cuando se habla de la prodigiosa argentinidad del colectivo, la birome, el dulce de leche.

O de nuestro pasado liderazgo mundial gracias al triunfo en un partido de fútbol, aunque sea metiendo un gol con la mano.

Pero también suceden cosas cotidianas e importantes en el ámbito de las ideas. No de aquellas complejas y enmarañadas del mundo de la filosofía y la reflexión, sino de esas algo más cotidianas que aparecen en ráfagas fugaces y marcan claramente una oportunidad.

Emprendimientos que logran llamar la atención, con una idea original, como la de un programa de televisión cargado de una irreverencia típicamente argentina.

De la ingeniería reversa de CQC surgió lo verdaderamente argentino del programa.

No era Pergolini; tampoco sus noteros.

No era nada que se viera en pantalla.

Era lo que Guebel llama "una mirada un poco más renacentista" en la realización: "Para llegar con la cantidad y calidad del material semana a semana era necesario ponerle una mirada un poco más renacentista al proceso: no tener tan dividido el equipo, tener los rubros más cruzados, como un todo, con gente interesante que pudiera hacer, básicamente, de todo. Eramos doce, pero doce multifunción: todos hacíamos de todo", dice.

De allí a tener un formato exportable fue sólo cuestión de tiempo, talento y horas de aire.

¿Qué fue lo más difícil de trasladar del concepto CQC? "Nada en particular. Muchas cosas del formato apuntan a lo que le pasa a la gente de cualquier ciudad grande, ya sea de Argentina, Chile o España.

No quiere decir que no existan particularidades entre los públicos, pero hay cosas que son globales", dice Guebel.

Con la internacionalización del programa descubrieron que "el humor de la Argentina se parece más al de Italia que al de España.

En el sentido de lo relativo de algunos valores, o de la concepción que tiene la gente de su clase política y dirigente. Acá, la gente cree que todo es una mierda, que todos son unos mentirosos...

En Italia es lo mismo.

España es distinto, quizá se parece más a Chile. Nadie se reiría en una mesa familiar porque un chico diga que quiere ser político".

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