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viernes, 17 de julio de 2009

Visita a Londres, Nostalgias de Savile Row..

EL ARCON



Nostalgias de Savile Row



Redacción de La Gaceta - Tucumán - Argentina



Por Juan Carlos Di Lullo








LONDRES.-

Alguien que pasó por sus 20 años durante la década del 70 está casi irremisiblemente condenado a recordar a Los Beatles cuando llega a Londres.

La ciudad, fascinante y seductora desde el latido multicultural que se percibe en cada rincón, parece decirle al probablemente ex pelilargo y de hecho ex jovenzuelo que por las mismas calles que está transitando tal vez hayan pasado alguno o los cuatro muchachos de Liverpool cuando todavía eran pocos los que los conocían y muchos menos aún los que habían detectado su impar genialidad.

Pero cuando el hoy (casi) sexagenario fan de Los Beatles empieza a buscar por las tiendas de recuerdos vinculados con los "fab four" (seguramente para complacer a algún hijo o nieto), percibe con inquietud que Londres ha empezado a olvidarse de los famosos flequilludos.

Es cierto que el cuarteto siempre fue sinónimo de Liverpool y que en esa ciudad (su tierra natal) son próceres absolutos, pero su calidad de embajadores de las islas británicas los ha hecho también hijos dilectos de la capital del Imperio.

Hoy cuesta encontrar algo más que una remera con las caras de John, Paul, George y Ringo. Tal vez un juego de naipes con dibujos de "Yellow submarine" en el lomo o una bolsita con el logo del cuarteto que vibraba en el bombo de la batería de Ringo.

Y nada más. En el negocio de souvenirs que hay en la base del London Eye (la gran rueda instalada para apreciar la belleza de la ciudad desde arriba) es mucho más fácil hallar varitas mágicas o posters de Harry Potter que algún testimonio de la beatlemanía.

Entonces, el contrariado fanático cree haber encontrado la idea genial.

"El edificio ubicado en el número 3 de Savile Row, donde funcionaba Apple Records y en cuya terraza tocaron juntos por última vez en vivo los cuatro genios, debe ser una especie de santuario Beatle", piensa.

Pero la decepción es total.

El edificio está, el borde de la terraza se ve desde la calle casi como se lo veía en "Let it be", pero no hay ni siquiera una placa que diga que por allí pasó parte de la historia de la música popular en el siglo XX.

Nuestro hombre, pensando que la vida es sin dudas un largo y sinuoso camino, saca un par de fotos a la hoy inexpresiva fachada y se retira silbando casi para sí mismo los primeros compases de "Yesterday", como para cumplir con su propia memoria.

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