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martes, 14 de julio de 2009

La Casa de los Saddam, una nueva serie por comenzar , con la idea de Los Soprano

Los Soprano de Oriente Próximo

HBO y la BBC se unen para dar vida a una miniserie sobre Saddam Hussein, desde el apogeo hasta la debacle del 2003.

HERNÁN CASCIARI - 01 de julio, 2009

Preparémonos para espiar, con fidelidad minuciosa, la vida íntima de uno de los grandes dictadores de nuestro tiempo.
Pongámonos cómodos en el sofá y acerquémonos, con calma tensa, a lo más profundo del pensamiento árabe, pero también a lo más profundo del legado patriarcal de oriente. Allí, en ese punto, está Saddam Hussein, dejando su vida entera antes de ser el desdentado del pozo, el ahorcado de Youtube, el último gran perdedor.

Saddam Hussein Abd Majid Tikriti. Así se llamó el hombre cuyo monumento de metal cayó de golpe, en directo, ante nuestros ojos. Preparémonos para poner una lupa sobre su vida, para observar de qué modo crió a sus hijos, ejecutó a sus amigos íntimos o humilló en público a su esposa.

En cuatro episodios de una hora, la BBC y HBO han bordado House of Saddam, una miniserie sobria, sin estridencias turísticas y con un enorme contenido documental. Desde el alzamiento, en donde le sabotea el poder al presidente anterior, y hasta la caída estrepitosa que sirvió como corolario de una guerra absurda.

Cada capítulo de esta historia se ubica en un año diferente (y trascendental) de su dictadura: la trama se inicia en 1979, cuando Saddam llega al poder desde la vicepresidencia, haciéndole frente al antiguo líder. Una vez instalado, siembra el pánico con la ejecución de los posibles traidores y le hace frente al vecino Irán. “Reconozco a un traidor antes que él mismo lo haga”, dirá, antes de matar a su mejor amigo.

Después, en 1988, avanza la historia con uno de sus hijos ya mayor y desquiciado, y la sombra del petróleo de Kuwait. Promedia en 1995, con la desventura económica posterior a la guerra del Golfo y la ilusión del dictador por eternizarse en el poder; y finalmente llegamos a 2003, a la debacle, al principio del fin.

La serie comienza justamente así, con Saddam y su familia viendo por televisión la declaración de guerra de George W. Bush. Los bombardeos comienzan a iluminar la noche de Bagdad, y la familia Hussein debe huir. A partir de ahí, la historia da un paso atrás y comenzamos a saborear cada detalle.

Quizás lo más interesante de House of Saddam sea la cercanía del relato, la conciencia de que estamos presenciando un juego sutil de realidad histórica y ficción plena. La BBC pone la magia de las narraciones rigurosas (como en I, Claudius, o Merlin) y HBO aporta el gusto y la magia (como nos tiene acostumbrado en Rome, o en The Tudors).

Sin embargo, la fortaleza de la miniserie está por fuera de lo meramente histórico, o periodístico: las miradas oblicuas de la primera esposa cuando ve a la amante del dictador (“¿Quién es esa rubia?”, preguntará durante una fiesta), o la adulación permanente de los súbditos pusilánimes, o las anécdotas más sanguinarias de su hijo descerebrado, Uday, le ganan en el relato a las intrigas por el petróleo o las interminables guerras y guerrillas.

Lo humano, lo menos conocido de los Hussein, le dan a esta miniserie un aire Soprano que nos deslumbra, que nos quita de la cabeza la sensación de ‘true story’ y que nos ubica en el centro mismo de la ficción, de la ficción creativa y falsa. Estamos viendo la vida de una familia disfuncional de alcurnia, que podría ser cualquiera del tercer mundo.

Tanto sea para conocer mejor la historia reciente, como para disfrutar de un relato intenso, digno de la mejor televisión de estos tiempos, House of Saddam se deja ver con placer y serenidad, en una época muy vacía de estrenos.

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