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martes, 14 de julio de 2009

Las Hermanas de la Virgen Niña se van de Catamarca

Las Hermanas de la Virgen Niña se van de Catamarca


A fines del mes de julio de este año, la congregación religiosa de la Virgen Niña deja las tierras de la Virgen del Valle, después de 79 años de servicio a la comunidad catamarqueña.





Las religiosas llegaron en 1930.


La labor desplegada por estas religiosas desde su llegada, allá por 1930, fue muy amplia, abarcando no sólo la enseñanza de la doctrina, sino también la ayuda a los más pobres; aunque su acción más conocida es la educativa, ejercida desde la academia de capacitación y posteriormente desde el Colegio Virgen Niña, ubicado en la ciudad capital, donde se formaron generaciones de catamarqueñas, ávidas de una educación integral. También su trabajo se extendió al departamento Tinogasta.

Por este motivo, queremos hacer un repaso por la historia de estas religiosas, que desde su carisma particular, ofrecieron todo su esfuerzo, su amor y dedicación a miles de hermanos catamarqueños.

Los comienzos

En el año 1930, la Virgen Morenita llamaba a esta región a las Hijas de la fundadora Capitanio, encomendándoles un campo fértil y de grandes esperanzas. El obispo de ese entonces, Mons. Inocencio Dávila y Matos, conociendo las necesidades de la Diócesis, pedía a la Superiora Provincial, Hna. Lorencina Bernasconi, una pequeña comunidad que se hiciera cargo de la juventud femenina de la zona.

El 21 de febrero de 1930, partían de la Casa Provincial de Villa del Parque (Buenos Aires), cinco hermanas que se dirigían a la ciudad de Catamarca. Se sentían misioneras a pleno título, porque iban al encuentro de las necesidades materiales y espirituales de esa gente, a las cuales abrirían los vastos horizontes de la fe.

Después de dos noches y un día de penoso viaje, las hermanas llegaron a Catamarca, asumiendo la responsabilidad económica del Seminario Diocesano, y aquella de la obra diocesana anexa.

Servicio a los pobres

A los ojos de la incansable Hna. Superiora Carmelina Andrighetti, se presentaron todas las necesidades materiales y morales de la población, sobre todo de la clase pobre, que era la más numerosa, y pensó con la ayuda del obispo de abrir una escuela primaria gratuita y una escuela de manualidades para las niñas, para prepararlas espiritual y moralmente a la vida cristiana. Muy pronto, estas niñas comprendieron que las hermanas querían su verdadero bien. El número de niñas iba en aumento, llegando después de cinco años a 250 en la escuela, subvencionada por el Gobierno nacional, y presentándose como una institución altamente benéfica para las familias del lugar.

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