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lunes, 13 de julio de 2009

Robert Mc Namara

McNamara, halcón con remordimientos

PEDRO RODRÍGUEZ LOS ÁNGELES

Publicado Lunes, 06-07-09 a las 20:35

Con sangrienta ironía, David Halberstam –icono del periodismo americano- etiquetó como “los mejores y los más brillantes” a toda esa generación de académicos, intelectuales y hombres más cómodos con números que con palabras que habitaron la trastienda de la destructiva implicación de Estados Unidos en Vietnam. De todos ellos, el más destacado fue Robert McNamara, el titular de la cartera de Defensa con John F. Kennedy y Lyndon Johnson que ayer falleció en Washington a los 93 años.

Quizá el responsable civil del Pentágono más decisivo desde la creación del Departamento de Defensa tras la Segunda Guerra Mundial, McNamara había dedicado los últimos años de su vida a un matizado arrepentimiento de sus decisiones con respecto a la tragedia de Vietnam. Bajo su gestión, Estados Unidos pasó de medio millar de asesores militares a un ejército de más de medio millón de efectivos en el empeño de lograr una victoria imposible en un conflicto militar innecesario. Hasta el punto de que la guerra de Vietnam llegó a conocerse como la guerra de McNamara.

A través de un libro de memorias, documentales y entrevistas, McNamara calificó sus decisiones al frente del Pentágono como “equivocadas, terriblemente equivocadas”, especialmente en lo referente a proseguir con el contumaz conflicto más allá de 1963. Pero sin dejar de recordar la lógica distorsionada de la Guerra Fría y la teoría del dominó sobre el contagioso expansionismo del comunismo patrocinado en última instancia por la Unión Soviética.

Y de hecho, sus moralejas sobre la ratonera del sudeste asiático no han dejado de resonar en Washington durante los últimos años. Como cuando en 1996 explicó en un documental de la CNN sobre la Guerra Fría que “la fuerza militar externa no puede reconstruir un Estado fallido y Vietnam, durante buena parte de ese período, fue políticamente un Estado fallido. Y nosotros no fuimos capaces de reconocerlo”.

Nacido en San Francisco, Robert Strange McNamara estudió economía en la Universidad de California-Berkeley y un master empresarial en Harvard. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió como oficial dedicado a estudiar los resultados de los bombardeos americanos sobre Alemania y Japón con el fin de mejor su eficiencia. Tras la contienda, empezó a trabajar para la compañía automovilística Ford, alcanzando la máxima responsabilidad ejecutiva en noviembre 1960.

Un mes después de alcanzar el olimpo de Detroit, McNamara fue fichado por John F. Kennedy para hacerse cargo de la cartera de Defensa como parte de una élite de altos cargos muy jóvenes pero con peso específico intelectual. Grupo que tuvo ocasión de poner a prueba sus dotes durante la gravísima crisis internacional generada los misiles soviéticos descubiertos en Cuba en octubre de 1962.

Maestro del análisis estadístico, McNamara aplicó al Pentágono técnicas de dirección y gestión aprendidas en el sector privado con el afán de racionalizar los enormes recursos militares de Estados Unidos. Pero toda esa obsesión numérica, científica y computerizada resultó un fiasco al intentar cuantificar el progreso en la guerra civil de Vietnam.

A la altura de noviembre de 1967, McNamara informó al presidente Johnson que no existía “una forma razonable” de terminar rápidamente y con éxito en Vietnam, aconsejando una retirada gradual. En cuestión de días, se vería obligado a dejar el Pentágono para hacerse cargo de la presidencia del Banco Mundial. Un puesto tradicionalmente reservado a Estados Unidos y que McNamara ocupó durante trece años hasta su jubilación.

Después de tres décadas de silencio, Robert McNamara empezó a reconocer el fiasco de un conflicto que terminaría costando la vida de 58.000 estadounidenses y tres millones de vietnamitas. En el documental “La niebla de la guerra”, ganador de un Oscar en el 2004, argumentó a su estilo que “la guerra es algo tan complejo que va más allá de la habilidad de la mente humana para comprender todas sus variables, nuestro juicio, nuestra capacidad de entendimiento no son adecuados”

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