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lunes, 13 de julio de 2009

Expedicionarios famosos. El doctor Livigstone

La vida del doctor David Livingstone

Livingstone (David Livingstone)

Explorador escocés (Blantyre, Lanarkshire, 1813 - Chitambo, Zambia, 1873).
De él afirmó Lord Curzon: “Su obra se eleva con monumental grandiosidad entre las realizaciones del espíritu humano”. Livingstone no fue sólo el descubridor de gran talla o el cartógrafo de vastas regiones todavía desconocidas a mediados del siglo XIX: su sentido de una “misión” que cumplir y su acción constante contra la esclavitud le sitúan un poco aparte respecto de otros exploradores.

Nacido en el seno de una familia pobre, David Livingstone tuvo que trabajar en una fábrica de hilados para pagarse los estudios de medicina, que simultaneó con los de teología. Con esta base confiaba que se le encomendara una misión de evangelización en China. Pero la guerra del Opio significó el fin de sus esperanzas. Tuvo que contentarse con el África austral.
En 1840 desembarcó en El Cabo y se trasladó a continuación a Kuruman, principal centro de misiones protestantes de Bechuanalandia (hoy Botswana). Se familiarizó durante largo tiempo con el mundo africano y se casó con la hija de su superior.

Muy pronto sus actividades se dirigieron hacia la busca de nuevos centros de fundación de misiones. Con este objetivo, en 1849 cruzó el desierto de Kalahari y descubrió el lago Ngami (en el Noroeste de la actual Botswana). En 1851 llegó a un afluente del Zambeze, el río Cuando. Tras haber trasladado a su mujer y a sus tres hijos a El Cabo (1852) volvió a partir hacia el norte y alcanzó la zona de transfluencia que rodea el lago Dilolo, en Angola (1854). De este modo entró en contacto con la cuenca del Congo. Pero entonces contrajo las fiebres y tuvo que regresar a toda prisa a las posesiones portuguesas del litoral atlántico, donde los misioneros católicos le dispensaron una fraternal acogida.

Su regreso, en septiembre de 1854, significó la primera travesía del África austral. En un lento viaje de vuelta, fue descendiendo a lo largo del Zambeze, lo que le permitió hacer (17 de noviembre de 1855) el célebre descubrimiento de uno de los más maravillosos paisajes del mundo: a varios kilómetros de distancia, inmensas columnas de humo “harían pensar en uno de esos incendios de vastas extensiones de pastos que se ven con frecuencia en África”, escribía. Se trataba de los vapores generados por las prodigiosas cataratas a las que llamó, en recuerdo del nombre de su reina, las cataratas Victoria.

Descendiendo a lo largo del río, alcanzó el mar el 20 de mayo de 1856. Una gira de conferencias por Inglaterra le permitió presentar el balance de esta gran exploración. En 1858 regresó a África, con el título de cónsul de la región de Zambeze, y exploró una vez más el curso inferior del río. Remontando luego uno de sus afluentes, el Shire, alcanzó el lago Nyasa (16 de septiembre de 1859), cuya carta dibujó.

Pero muy pronto las pruebas se abatirían sobre el explorador. En 1862 murió su mujer, que le acompañaba en el viaje. Además, el año siguiente Londres le relevó de su misión oficial y tuvo que regresar a Europa.

Gracias a su tenacidad consiguió reanudar sus exploraciones, esta vez con ayuda de suscripciones particulares (1866). Ahora quería intentar resolver el complejo problema de los afluentes del Nilo superior. Al principio chocó con los traficantes de esclavos, cuyo comercio combatía. Le robaron parte de su bagaje y su preciosa farmacia.

Pero no por eso interrumpió la más minuciosa de todas sus exploraciones, estudiando las regiones comprendidas entre los lagos Nyasa y Tanganyka. En noviembre de 1867 descubrió el lago Nweru y en julio de 1868 el lago Bangweulu. En 1869 llegó al Lualaba (Congo Superior), del que pensó que tal vez se trataba de uno de los brazos madre del Nilo. Pero las fiebres le impidieron continuar sus investigaciones. Tuvo que regresar a las orillas del lago Tanganyka.

Mientras tanto, la opinión pública inglesa comenzaba a inquietarse ante la falta de noticias del gran explorador. El editor del New York Herald encomendó a uno de sus reporteros la misión de partir en su busca. Así fue como el 10 de noviembre de 1871 tenía lugar en Ujiji, el célebre encuentro entre Stanley y Livingstone, que proporcionó una excelente oportunidad al primero para dar muestras de su sentido del humor (“Mister Livingstone, I presume?”). Pero el periodista no logró convencer al explorador para que abandonara aquellos viajes, que le habían agotado.

Livingstone volvió a partir hacia el lago Bangweulu, pero murió, la noche del 30 de abril al 1 de mayo de 1873, en Chitambo (al sudeste del lago).
Sus porteadores embalsamaron su cuerpo con aguardiente y lo trasladaron a Zanzíbar: se le concedió el honor de ser enterrado en Westminster al hombre que más había hecho por conocer el interior de África.

Durante su vida escribió entre otras obras: “Missionary Travels and Reseaches in South Africa” (Viajes misioneros y estudios en África del sur), en 1857, y “Narrative of an Expedition to the Zambesi and its Tributaries” (Relación de una expedición a la cuenca del Zambeze), en 1865.

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